Silvio Rodríguez

Padrino


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Inesperadamente te lloré una mañana,
tiempo después de tu partida,
buscando el primer nombre que tuvo
el unicornio
en las canciones que mencionaban sol
(sonoridad que tanto te gustaba).

Te lloré y parecían
lágrimas de un tío y un sobrino
por espadas, torneos, hombres voladores,
detectives de cuello y corbata,
islas y submarinos misteriosos,
vampiresas eternas,
contraofensivas del ejército rojo.

Cuando te fueron a guardar,
la losa del nicho se había partido en dos
y nos marchamos escuchando
promesas de los sepultureros.
Fue un momento difícil, pero no
por el engorro que resulta
un muerto con su lápida rota.
Algún espía pudo sospechar
lo que tu y yo sabemos:
que también a la muerte se le rompen las tapas
cuando da con quien no le cabe adentro.


Autor(es): Silvio Rodríguez