Tangos

Dolor de canillita


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Temblando bajo el rigor
de la fría madrugada,
mientras se desataba
la tormenta con furor
sintiendo el crudo dolor
de aquella pena infinita
un pequeño canillita
voceando su mercancía,
¡ganar un peso quería
para su enferma abuelita!

Para su enorme horfandad
tan solo dejole el cielo
como único consuelo
aquel amor de verdad;
su padre por la ebriedad,
en una cárcel se hundió,
su madrecita rodó
por el lujo y por la orgía
¡tan solo su abuela pía
en el mundo le quedó!

Al salir esa mañana
del miserable aposento,
sola, enferma y sin sustento
dejó a la querida anciana
por eso el niño se ufana
en terminar su labor,
pues quiere con el amor
que toda su alma ilumina
¡comprar esa medicina
que le ordenara el doctor!

Y cuando al fin terminó
juntó sus pocas monedas
y en sus pestañas de seda
una lágrima brilló.
Aquel remedio compró
y entonces con gran afán
aquel pequeño titán
regresó a su alojamiento
¡llevando el medicamento
y un blanco trozo de pan!

¡Abuelita de mi vida!
—gritó el pequeño diariero—
tome el remedio... ¡Ligero!
así se cura en seguida...
Pero mire... está dormida...
¡Abuela! ¡Abuela, despierte!
Vengo a darle un beso fuerte.
¡Y al besarla comprendió
que Dios ya se la llevó
en los brazos de la muerte!


Autor(es): Vicente Puccino, Oscar Napolitano