Tangos

La Rosa


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¡Andate!... Ya esperaba tu golpe temerario,
seguí, ya que el destina la huella te marcó,
que ya he de resignarme igual que un presidiario
que sabe la sentencia que el Juez ya le falló...
¡Andate!... pero nunca te olvides en la vida
de que yo he sido siempre derecho para vos;
al fin si me querías con esa fe mentida
yo en pago te adora como se adoraba a un Dios.

Si te vas acordate de este amigo
que en tus noches aciagas de aficción
supo darte la gloria de un abrigo
en el templo de su buen corazón.
No es así tanto bien como se paga,
pero ya que tu antojo es claudicar
a pesar del despecho que me amaga
sos mujer y te debo perdonar.

Pensá que no es muy fácil hundirte en el olvido
con toda la ternura que en vos deposité
me siento cual si fuera un cóndor que está herido
y sé que para siempre las alas plegaré.
Si por abandonarme tu corazón se afana;
será que nunca mi alma, cariño te inspiró,
pero llevalo en cuenta que llorarás mañana
al no encontrar un hombre tan bueno como yo.


Autor(es): Emilio Castaing