Tangos

Cadena perpetua


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Baraja que me embrujaba...
¡La seguí por todo el mazo!
La pedía, la buscaba
y estaba preso en su lazo.
El juego me aconsejaba
no seguir la rubia de oros;
yo, porfiado, le era fiel...
y el tallador
¡mostraba el rey!

El delito de quererte, ¡bien lo pagué!
Tu mano blanca, me torturó;
tu boca dulce, me envenenó;
tu voz mimosa, ¡condena fue!
En la cárcel de tus brazos, yo suspiré
por calabozos sin aire y sol...
¡Prisión más negra, no debe haber,
que tu prisión!

Odiar, quisiera, tu nombre,
tu malicia y tu mentira,
¡y soy nada más que un hombre
que enamorado te mira!
Que libre vivir no puedo,
acostumbrao a estar preso,
¡y estoy deseando volver
a la prisión
de tu desdén!...


Autor(es): Francisco García Jiménez, Anselmo Aieta