La Sixto Violín


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Cuando se muere la tarde
pintando las algarobas,
crece en el aire el silencio
y canta tu violín.

Todos tus hijos quichuistas
guardan un bombo en el pecho,
cajoneando suavecito
y canta tu violín.

Hoy estoy lejos del pago
pero se me endulza el alma,
cuando escucho chacareras
desde tu violín.

¡Ay, Sixto Palavecino,
dejame que te acompañe
con el llanto sincopado
de mi corazón!

¡Qué dulce repiquetea
el canto de los coyuyos
en Icaño, en Huyamauta
desde tu violín!

Tarareando y como un rezo
yo he visto a las tejedoras
con los ojitos cerrados
oyendo el violín.

Deja que pasen los años,
que se olviden de tu canto,
que siempre andará en el aire
vivo, tu violín.

¡Ay, Sixto Palavecino,
dejame que te acompañe
con el llanto sincopado
de mi corazón!


Autor(es): Jorge Marziali, Raúl Carnota